Perseguida par los Romanos (que querían aniquilar por completo el cristianismo en Córcega), Devota, sin renegar jamás su fe, subía a menudo hacia el monte Nepiticcia para refugiarse y rezar.
En homenaje a la Santa, los habitantes de la región han construido une pequeña capilla de mármol (en el interior mismo de esta pequeña cueva) con una estatua a la efigie de Devota.
La cueva de Nepiticcia se ha convertido en un lugar tradicional de perenigración. Algunos penitentes monegascos no vacilan en venir a orar.